miércoles, 16 de noviembre de 2011

La constelación del Conejo

Una Gran historia.... hará reflexionar nuestros corazones... así como Confucio reflexiono el mio!




Un guerrero desarmado, perseguido por sus enemigos, o un cazador furtivo de los bosques herido de flechas corría a través del bosque huyendo desesperadamente, y moribundo. Una vez seguro de haber perdidos a sus persecutores, llegó a las proximidades de un arroyo de montañas y cayó desmayado al suelo. Perdía sangre, su ropa estaba hecha jirones y la sed lo martirizaba; con todo, no tuvo fuerzas de arrastrarse hasta la orilla y beber el agua que al sol de la tarde refulgía helada cerca de sí; desistió de sus intentos y se rindió a morir allí. Perdido el conocimiento, un ciervo que corría por ahí se detuvo a contemplarlo a cauta distancia, luego, despacio aproximándose al cuerpo del hombre herido y sin sentido, comprendiendo que no representaba una amenaza, inclinó su cabeza y escuchó los ruegos delirantes que pronunciaba inconsciente: "Agua...agua...". El ciervo bebió del arroyo grandes sorbos, pero no deglutió el agua, sino que acercó su boca a la del hombre, cuyos labios estaban resecos y la dejó caer en su garganta. Repitió la operación hasta que el moribundo cesó de clamar por agua. Con ello el ciervo había salvado al hombre de morir de sed. Recuperó la conciencia al cabo, viéndose en compañía del animal que, dominando el lenguaje humano le anunció:
-Te he dado de beber. No tengo nada más que pueda ofrecerte o hacer por ti.
El desgraciado dio las gracias al ciervo; casi desprovisto de ropas y cercana la noche, pensó que moriría de frío en las gélidas alturas de aquella montaña, y no teniendo fuerzas de buscar un reparo, se preparó a morir de frío. Un oso de fenomenal tamaño divisó al hombre y al ciervo junto al río, se acercó a rápidos pasos, y el hombre, indefenso, al ver el temible animal, pensó que sería devorado por él. Cuando ya cerraba sus ojos esperando sentir los dientes asesinos desgarrarle la carne, percibió las mullidas patas delanteras del oso ceñirse en torno suyo, y al cubrirlo lo abrigó con su abundante pelaje. Con ello el oso había salvado al hombre de morir de frío. A la mañana siguiente, despertando, el malherido dio las gracias al oso que, también capaz de hablar, como el ciervo repuso:
-Te he abrigado durante la noche. No tengo nada más que pueda ofrecerte o hacer por ti.
El hombre aún sangraba lentamente, y no tardaría en morir a causa del ancho de sus heridas de flecha. En eso, un tigre, curioso al igual que un gato, extrañado por aquel grupo compuesto por un humano, un ciervo y un oso, se acercó pacífico a ellos. El hombre temió pues que el tigre lo destrozaría con sus garras y lo devoraría por almuerzo, sin embargo, el enorme felino husmeó sus heridas, y cuando el hombre ya pensaba en las garras que lo despedazarían sintió la lengua del animal lamer sus heridas, y puesto que la saliva de los felinos es altamente cicatrizante las llagas se fueron cerrando con sorprendente rapidez cesando el sangrado. Con ello el tigre lo había salvado de morir a causa de una hemorragia. El infortunado hombre le dio las gracias, empero el tigre replicó:
-He cerrado todas tu heridas provocadas por tus semejantes. No tengo nada más que pueda ofrecerte o hacer por ti.
Agua y abrigo no le faltaron al hombre durante cuatro días, con lo cual pudo sobrevivir, mas al quinto día, hallándose demasiado debilitado para salir a cazar o emprender la pesca, se preparó a morir de inanición. Con las escasas energías que le restaban recogió unas ramas y hojas secas que encontró en derredor y encendió una fogata con la finalidad de calentarse de noche y ver claramente al ciervo, al oso y al tigre que dotados del habla se limitaban a conversar con él amenizando sus últimas horas de vida. Venciendo su recelo, amparado en la oscuridad, un conejo que huía de sus cazadores se unió al ciervo, el oso, el tigre y al hombre quien le relató la razón de tan extravagante reunión.
-Pues somos parecidos tu y yo, hombre- Dijo el conejo-, ambos escapamos de quienes buscaban nuestra muerte; siendo hermanados en el destino, debiera poder hacer algo por ti, puesto que el ciervo, el oso y el tigre te prestaron su ayuda. Pero, desdichado de mí, un conejo no tiene nada que ofrecer ni nada puede hacer por ti. Yo soy herbívoro, no sé cazar ni sé pescar...-Lloraba el conejo al confesar su incapacidad de ayuda.
-No te angusties, hermano conejo- Lo consoló el hombre- Te doy las gracias por tu disponibilidad y solicitud. Acepto mi destino, el común de los seres vivos, que es morir. Pero aguardo la muerte con la dicha de haberme cruzado con los mejores amigos, los más generosos y altruistas que haya conocido en vida: cada uno de ellos medio algo, y yo con nada les retribuí. Nada puedes hacer para aplacar mi hambre que me mata, por consiguiente, accede a ser mi cuarto amigo animal. Ofreceme tu amistad y con ella estaré conforme, pues la amistad en la hora de la muerte es una de las Siete Felicidades que un hombre puede gozar- Respondido lo cual, se preparó a morir.
El conejo no tenía paz en la tristeza de su inutilidad, no soportaba ser menos que otro animal y no toleraba permitir que un amigo muriera a causa de sus pocas dotes. Sin pensarlo dos veces,y desoyendo las negativas del hombre que adivinó sus pensamientos, sin dudarlo pegó un salto lanzándose a las llamas de la fogata. El hombre, llorando, tomó entre sus manos el cuerpo asado del conejo, y saciando su hambre con su exquisita carne saboreó también la sal de su llanto. Cuando hubo concluido su comida, restauradas sus fuerzas, se puso de pie, recogió los huesos del conejo y le dio humana sepultura al borde del río. Recitó una plegaria al cabo, cuyas últimas palabras fueron:
-Has saciado mi hambre evitando que muriera por inanición, mas al morir devolviéndome la vida no hay nada que pueda ofrecerte o hacer por ti. te estoy eternamente agradecido.
-Entonces- Contestó el conejo desde las estrellas del cielo nocturno- dame un nombre, porque yo estoy aquí, encima tuyo en el firmamento, y ambos nos contemplamos cuales amigos que somos y seremos para siempre.
Desde entonces es que en el firmamento existe la llamada Constelación del Conejo.

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